Emprender en un mundo nuevo

por | 20 mayo, 2020

La actual contingencia sanitaria y su consecuente crisis económica cada día más presente en los casi todos los ámbitos, tanto a nivel nacional como global, tendrá significativos efectos en la manera en que deberemos enfrentar los procesos de creación, transferencia y captura de valor hacia el futuro. Es decir, en la manera que pensamos y hacemos negocios.

Hay dos vivencias que todo aquel que haya estado estos últimos meses restringido en sus capacidades de desplazamiento o definitivamente confinado al interior de su residencia, producto del ejercicio de una cuarentena voluntaria u obligatoria, quizás ha podido experimentar:

Una, que podemos vivir con, significativamente, muchas menos cosas que las que habitualmente consumíamos.

Dos, que somos mucho más dependientes de la tecnología de lo que siempre supusimos (o queríamos aceptar).

Esos dos elementos por sí solos, más las innumerables transformaciones que surgirán a partir de cambios de hábitos y conductas en variadas prácticas cotidianas (la preocupación por la higiene y limpieza, la disposición que tendremos para ir a determinados lugares como cines, conciertos u otros donde debamos compartir estrechamente con los demás, el valor o relevancia que le asignaremos a las actividades tradicionales de entretención, por ejemplo) ciertamente nos obligarán a pensar de manera muy distinta el cómo aspiraremos solucionar problemas o satisfacer necesidades de forma comercialmente eficiente y económica y socialmente rentable. Es decir la manera en que emprenderemos o volveremos a emprender.

Analicemos el primer punto. Es un hecho que, sin desconocer el drama de las múltiples personas que han visto mermados sus ingresos por la pérdida de su trabajo o la suspensión de su salario, muchos de aquellos que hemos debido permanecer ya casi tres meses confinados en casa hemos disminuidos varios gastos en este tiempo. Quizás algunos no lo han notado y otros han debido compensar esos eventuales ahorros con incremento en algunos costos derivados de la mayor permanencia del total del grupo familiar en el hogar. Pero en general, sería miope no aceptar, por ejemplo, que el gasto en bencina o en cualquier otro medio de transporte ha tenido una significativa reducción en este tiempo. Pero también, hemos gastado menos en ropa (varios llevamos meses rotando dos jeans y un par de zapatillas), menos en comer afuera, menos en compras por impulso (ese artículo que veíamos en una vitrina y que debíamos tener), etcétera.

Hay un meme dando vuelta que señala en la forma de un manifiesto político «El sistema capitalista tiembla porque hoy estamos consumiendo solo lo que necesitamos». Más allá del reduccionismo propio de un meme o de un grafiti callejero, hay algo de razón en dicha expresión. Hoy estamos consumiendo menos, mucho menos. Nuevamente, reconociendo el drama de aquellos para quienes lo anterior no es una opción sino una desgraciada consecuencia de la reducción o desaparición de sus ingresos.

Pero no solo consumimos menos, sino que además nuestra percepción sobre el valor de ciertos bienes, lógicamente, ha ido también variando. Ese auto nuevo, que quizás creíamos hablaba tanto de nosotros, ahí está guardado. La segunda vivienda que tanto luchamos por alcanzar ¿Cuán útil realmente es, si cuando más quise ocuparla no pude hacerlo? El celular cuya mitad del precio es solo la marca y la pinta, cuán efectivo me ha sido en este período. ¿Habrán otras alternativas más económicas y de mejor desempeño? Así, suma y sigue.

Al término de este período, esperamos que la forma en que las personas se relacionen con los bienes de consumo cambie de una manera que tendrá un impacto relevante en sus patrones de compra. Productos que antes parecían indispensables, la experiencia determinó que eran bastante reemplazables y por otra parte, derechos con los que creíamos íbamos a contar siempre (la libertad de desplazamiento, el contacto con otros, la posibilidad de tomar variadas decisiones sobre nuestra vida) incrementaron significativamente su valor este tiempo.

¿En qué gastaremos más al salir de ésta? ¿En acumular más bienes o en desarrollar nuevas y mejores experiencias?

Todo indica que lo segundo.

Y en el punto 2. Hacía rato que teníamos bastante presente nuestra dependencia de las tecnologías en varios aspectos de nuestra vida. Muy pocos tienen el arrojo de continuar camino a su trabajo si a la mitad del trayecto caen en la cuenta que han olvidado su celular en casa. Si lo olvidado es la billetera, seguimos adelante casi sin dudarlo. Lo peor que nos puede pasar es que nos saquen un parte si es que vamos manejando. Pero, ¿un día entero sin celular? Sólo para valientes.

Si lo anterior era válido en un mundo pre Covid19, hoy parece incuestionable. ¿Hay alguien que participe activamente de la sociedad actual que crea que vaya a poder vivir sin acceso a internet y/o los dispositivos que nos permiten estar conectados 24/7?

Otro meme que también ha circulado bastante en estos días representa una encuesta que consulta por el principal vector que ha impulsado la transformación digital en una empresa. Entre las alternativas estaban las obvias y, lógicamente, aparecía también «El Coronavirus» como la opción destacada y mayoritaria.

Transformacion-digital-coronavirus-meme

Lo anterior no es trivial, los hechos históricos que han tenido un impacto profundo en la sociedad han transformado no solo sus contextos inmediatos (en este caso sería, por ejemplo, las políticas sanitarias) sino que tienen efectos en casi todos los ámbitos.

Cuando nos referimos entonces a lo que ocurrirá con el desarrollo de los nuevos negocios una vez vayamos dejando atrás esta crisis y, por lo mismo, reemprendiendo en un mundo donde enfrentaremos nuevos paradigmas surgidos a partir de ésta, hay cuatro elementos que se desprenden de los puntos tratados anteriormente y se presentan en la forma de un sistema integrado.

NUEVO MODELO

  1. En primer lugar, va cambiar la manera en que nos relacionamos con los procesos de CONSUMO. Como lo señalábamos antes, variarán las cosas que compremos y el valor o relevancia que les asignaremos dentro de nuestra vida. También cambiará la forma en que nos relacionaremos con la propiedad de muchos bienes. Perderá sentido el «poseer» diversos artículos y crecerá nuestro interés por participar de colectividades que pongan en práctica modelos de negocios colaborativos y un uso compartido (y por lo mismo, muchísimo más eficiente) de esos mismos productos o servicios.
  2. Nuestra relación con el TRABAJO no volverá a ser igual. Ciertamente hay muchas labores que se seguirán desarrollando presencialmente o «en terreno» pero ¿cuántos no han descubierto que pueden ejercer perfectamente su trabajo a distancia? Quizás no el 100% pero sí, buena parte. El ir a una oficina de manera regular y rutinaria perderá sentido versus modelos de desarrollo de actividades remotas para luego concurrir solo a instancias de coordinación y evaluación en lugares que deberemos entender más como puntos de encuentro (flexibles y temporales) que puestos de trabajo (estáticos y permanentes).
  3. El impacto de esta crisis y sus consecuencias a nivel social devengará muy probablemente en una mayor valorización del quehacer colectivo y en consecuencia, en el modo en que construimos relaciones con la COMUNIDAD. Aunque sea solo un slogan lo de «Al coronavirus lo derrotamos entre todos» da cuenta de lo anterior. La lógica imperante pre-crisis  de que yo me valgo solo y mi éxito (como sea que lo definas) depende solo de mí, dará paso a una nueva actitud que de cuenta de que «no estamos solos» y que mi bienestar depende también de el de otro.
  4. Nuestra relación con el MEDIOAMBIENTE, desde ya ha cambiado radicalmente. La idea que los seres humanos podemos «controlar la naturaleza» suena hoy absurda. Eso se aplica a todas las dimensiones. Habrá mayor conciencia respecto a la explotación y consumo de recursos, al destino de los desechos, al cuidado de otros seres vivos y una nueva comprensión mucho más humilde respecto a nuestro rol y posición en la escala evolutiva.

Los cuatro elementos expuestos anteriormente se organizan a partir de dos soportes de los cuales depende la estructura de este nuevo modelo. Uno que le permite su aleación y los integra y el otro que los enmarca y les da forma, facilitando así, sus interacciones.

La COLABORACIÓN estará en el centro del modelo. El consumo tenderá a ser más colaborativo, igual que el trabajo y nuestra relación con la comunidad y el medioambiente. En el nuevo mundo habrá cada vez menos espacios para el Yo e irá ganado relevancia el Nosotros.

Y finalmente será la DIGITALIZACIÓN y las nueva TECNOLOGÍAS lo que facilitará toda esta nueva construcción de relaciones. Digitalización aplicada a las nuevas formas de comprar y vender, de compartir y colaborar. Digitalización que nos facilite nuevas formas de trabajo, nuevas formas de relacionarnos con otros, nuevas formas de organizarnos y la construcción de nuevos modelos de negocio circulares fundados no solo en una mayor preocupación y cuidado por el medioambiente, sino modelos que garanticen un uso más racional de los recursos productivos y la creación de valor compartido entre todos los agentes que interactúen con sus proceso de su desarrollo, comercialización y consumo.

Y tú, ¿estás preparado para emprender en un mundo nuevo?

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *