Proyecto Metanoia: ¡Viva Chile Emprendedor!

por | 16 febrero, 2021

El ecosistema emprendedor nacional, de amplia representación en las redes sociales, se ha visto dividido en los últimos días en relación a la exposición (o funa) realizada en la mismas redes hacia una «tienda concepto» del barrio alto que ofrecía entre sus productos «exclusivos» joyas o accesorios importados desde Ali Express a un valor de reventa que podía llegar a superar hasta en 20 veces al original.

La división se da más o menos así: Entre los que creen que lo de Metanoia es simplemente el ejercicio de las reglas del mercado y una expresión del ingenio y viveza del emprendedor nacional. Opiniones expresadas principalmente en la red Linkedin, donde la gran mayoría es ferviente defensora del modelo neoliberal sin matices (en gran medida, para no contrariar a sus jefes y así no perder la pega) y quienes se refieren a este caso simplemente como una estafa, una atentado al comercio justo y un abuso más en el sistema imperante. Estos comentarios se encuentran principalmente en Facebook, donde los otros emprendedores de Ali Express que ahí tanto abundan, no pueden creer (ni aceptar) que alguien con un buen apellido y buena ubicación de la tienda pueda obtener esos márgenes sobre productos que ellos mismos también importan, pero que solo logran revender 2 ó 3 veces sobre su valor original. También en Facebook proliferaron los comentarios negativos de otros diseñadores y artistas sin el capital social para acceder a los segmentos de mercado a los que llega Metanoia, quienes lloraban tristemente que sus joyitas (verdaderas creaciones originales) no se podían vender ni a la mitad de los precios de lo que lo hacía la, ahora tristemente célebre, tienda de Alonso de Córdova.

Los defensores del libre mercado acusan a los segundos de envidia y resentimiento y los emprendedores llorones a los primeros de frescos y aprovechadores.

Punto aparte fueron los comentarios en la red social Twitter, conocida por la ferocidad de las opiniones que ahí se expresan, las cuales en su gran mayoría apuntaron a que como los clientes de Metanoia son cuicos, siempre está bien, tanto reírse como aprovecharse de ellos y de sus delirios aspiracionales. Lo que además dio material para decenas de memes que se compartieron profusamente en dicha red.

Pero bueno, más allá de la polémica (a la cual esperamos haber aportado también) subyace una pregunta relevante a la cual he intentado responder a lo largo de varios años, mediante decenas de artículos y ya dos libros publicados:

¿A qué nos referimos cuando hablamos de emprendimiento? o ¿Toda forma de ejercicio de una actividad comercial es emprender?

En primer lugar debemos aclarar que desde el punto de vista de la legitimidad de la acción de Pola Thomson (la diseñadora/emprendedora detrás de Metanoia), no tengo dudas que ella está en todo su derecho de comprar lo que quiera, donde quiera y revenderlo en su tienda al precio que quiera si es que hay alguien dispuesto a pagarlo. Otra cosa son las posibles violaciones a los derechos de autor o propiedad intelectual de otros diseñadores a quienes las tiendas de Ali Express estarían copiando los diseños, los que a su vez son adquiridos y luego vendidos por Metanoia como propios.

El tema no es ese. El tema es que Metanoia es una expresión más de la extensa disposición a instalar en el país una cultura del emprendimiento basado solo en el aprovechamiento de oportunidades de reventa con muy poca o ninguna creación de valor intrínseco.

Así nos encontramos hoy con miles de personas que ejercen acciones de re-venta (compran en un lugar donde los bienes son más abundantes y por lo mismo, más económicos y los trasladan o importan para venderlos en otros donde son más escasos y por lo mismo, más caros) implementando un modelo de negocio desarrollado hace más de 10.000 años por los fenicios. Todos ellos se definen como emprendedores, participan del ecosistema y quieren ser reconocidos como tales.

Pero, dónde queda la innovación, el descubrimiento de problemas que pueden ser resueltos de manera creativa y diferente, el desarrollo de soluciones que transformen las interacciones del usuario con las tecnologías disponibles, etcétera.

Poco o nada de eso hay en este tipo de «emprendimientos». Los cuales aspiran, no tan solo al reconocimiento social como tales, sino también al apoyo estatal (mediante fondos provistos por distintas instituciones) a sus iniciativas.

No es un tema trivial lo que definimos o no como emprendimientos. Muchas veces organizaciones gremiales de emprendedores celebran con cánticos al cielo que en Chile hay cada vez nuevos miembros de su comunidad, no reconociendo que la inmensa mayoría llega ahí no por opción, sino por franca necesidad o desesperación (cesantía), además, a desarrollar soluciones con ningún valor intrínseco más allá de proveerles temporalmente un sustento de forma legal y digna.

El tema es que mientras sigamos creyendo que todo es emprender y, por lo mismo, todos y todas son emprendedores, careceremos de una mirada más crítica que fuerce a quienes deciden voluntariamente ejercer el emprendimiento como su opción laboral, a desarrollar soluciones innovadoras que nos permitan como país alcanzar mayor competitividad en mercados globales y aspirar a ir transformando nuestra matriz productiva (mayoritariamente extractiva) en una donde la generación de el valor se obtenga más bien desde nuestras cabezas, que de nuestros recursos naturales.

Alejandro Godoy es autor de los libros «Emprendimiento: Demoliendo Mitos» y «Generación Emprende»

P.D. David J. Philips un experto en storytelling cuenta en una charla disponible en Youtube la historia de un profesor que compró una serie de artículos triviales en e-bay, a los que luego de asociarles una historia ficticia a cada uno, revendió en la misma plataforma en cerca de 15 veces su valor original. Lo que se entiende solo gracias al aporte de esta narrativa detrás de cada ítem. Cito esta anécdota porque en este punto, la experiencia de Metanoia, no tan solo reafirma el concepto, sino que además, al menos yo, me saco el sombrero frente al ingenio y creatividad desplegada en las historias que les colgaban a sus baratijas.

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