Redes Sociales, lecciones de una crisis

por | 21 octubre, 2019

HOMERO-Y-REDES-SOCIALES

No me cabe duda que los hechos -aún en desarrollo- acontecidos en nuestro país, especialmente en la ciudad de Santiago, han provocado un sinnúmero de reacciones y emociones entre todos aquellos que forman parte de nuestras redes y comunidades, tanto reales como digitales.

Un estudio de CADEM del año 2018 señalaba que para un 61% de los chilenos WhatsApp constituye su primera fuente de información, mientras que Facebook lo es para el 45%. Conociendo las tendencias en materia digital de nuestro país, es bastante plausible que dichas cifras hayan aumentado desde entonces.

Las redes -al menos, algunas de ellas- fueron extraordinariamente activas este fin de semana. Cada noticia se analizaba y comentaba. Los videos se viralizaban y los audios de WhatsApp (tanto los reales como los falsos) se compartían de manera inmediata y por lo mismo, la mayoría de las veces, irreflexiva.

Las redes sociales en nuestro país se caracterizan por atender grandes segmentos de audiencia altamente singularizados. Por lo que el tratamiento de las noticias en su interior se ajusta, lógicamente, a los intereses mayoritarios de sus consumidores.

Por ejemplo, Twitter es una red preferentemente opinante, con un público adulto-joven de ingresos medios y altos (profesionales) y que por lo mismo, se concentra entre los 25 y los 50 años. El regular narcisismo dominante en esta red facilita que todos aquellos que opinan, crean que tienen siempre la razón respecto a todos los hechos que describen y analizan.

El diálogo es poco, y la construcción de acuerdos, nula. Especialmente luego que la gran mayoría de los usuarios construye su red (TL) preferentemente con otros que comparten su misma visión del mundo.

-«No sigo fachos» o «Zurdos, abstenerse»-. Son expresiones habituales en los perfiles de esta red. Por lo que el sesgo de confirmación es enorme. Si lo que yo digo o pienso es siempre acogido y respaldado por mi red que (de antemano y de manera selectiva) piensa igual que yo, no cabe duda que estoy en lo cierto y todos los demás, equivocados.

Twitter está diseñado para que los narcisistas opinantes puedan demostrarle al mundo lo inteligentes e ingeniosos que son. En esta crisis el uso preferente de esa red no varió en lo absoluto. Disminuyeron eso sí, esos intragables posteos de preguntas mamonas que buscan motivar a dar respuestas aún más mamonas que terminan siempre con un –«los leo»-.

Linkedin, la red social de los cesantes y de los narcisistas ilustrados, mantuvo un discreto pero comprensible silencio mayoritario entre sus miembros.

Era esperable. Linkedin es una red donde todo el mundo habla como si les estuviera escuchando el jefe. Y ya sabemos cómo, mayoritariamente, piensan en relación a esta crisis, los jefes.

Por lo mismo, todos los cesantes usuarios frecuentes de la red, por muy de acuerdo que estuvieran con los hechos que dieron origen a este movimiento social, se abstendrán casi siempre de expresarlo (no vaya a ser que lo vaya a ver algún reclutador por ahí y lo tilde inmediatamente de «trabajador conflictivo»).

Además, resulta obvio, en esta red lo políticamente correcto es la única opinión válida. Así que lo que abundó este fin de semana fueron los típicos llamados mamones a «unirnos por el país» o los del tipo «Chile saldrá adelante».

Afortunadamente, aquí también la contingencia favoreció que disminuyeran significativamente los insufribles posteos de frases motivacionales y de autoayuda, como también la ofertas de couching. Los más vivos, eso sí, están ofreciendo hoy lunes sesiones de reiki gratuitas para pasar el stress de ver tanta noticia por la tele el fin de semana.

Instagram, la red de los adolescentes narcisistas de 15 a 45 años, sirvió para lo de siempre, ósea, para casi nada. Las fotos de neumáticos incendiados, eso sí, se ven mejor con filtro.

Mención aparte merece Facebook, la red social de la tercera edad y de los emprendedores.

Ahí la cosa estaba (al igual que varias estaciones de Metro) que ardía.  Todos opinando, todos debatiendo.

Facebook tiene una gracia especial entre las redes. Al ser la primera red que se masificó en nuestro país ya hace 10 años, la serie de contactos o «amigos» construida en el tiempo tiende a ser muy variada entre muchos de sus miembros, por lo cual los sesgos que se reproducen hasta el cansancio en Twitter tienen mucha menor frecuencia o relevancia, lo que da origen a una extraña convivencia -extrañamente democratizadora- donde interactúan amigos con sensibilidad de izquierda (o liberales social-demócratas) con aquellos que defienden sin contrapeso el libre mercado y la iniciativa privada.

Pero también dialogan con una civilidad curiosísima conspiranoicos protofascistas con oportunistas del proletariado y cuicos abajistas cuyo mayor conocimiento de la pobreza fue en una fogata que compartieron (al son de canciones de Alberto Plaza y Ariztía) en Techo.

De esta red destaco la forma que evidencia esa compleja liquidez en la actualidad de los conceptos «izquierda» y «derecha».

Amigos que regularmente opinan desde lo que yo entiendo es la vereda de la derecha (desde ya, manifestando habitualmente su apoyo a las políticas del actual gobierno) se planteaban abiertamente a favor de las demandas sociales, aprovechando a su vez de criticar los abusos de la elite empresarial, económica y política, lo que generalmente ha sido un discurso en boca de aquellos que transitan por la vereda contraria.

Por otra parte, amigos claramente identificados con posturas de izquierda se manifestaban tomando las banderas del orden público y la búsqueda de acuerdos, lo que desde la Revolución Francesa (paradigma fundacional de la izquierda occidental) se encuentra completamente fuera de la lógica estructural de los cambios sociales que, se supone, persigue este sector político. Parece obvio, pero ninguna revolución se hace por la vía de los consensos.

Por lo mismo, la única conclusión posible, luego de un fin de semana tremendamente intenso en noticias y posteos, es que este espacio democratizador de la opinión individual que son las redes sociales está evidentemente dando lugar a nuevas formas de comprender el rol de lo público y la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene con ese deber. Y que desde ahí, seguir mirando el fenómeno desde la misma base que lo hacemos hace 40 años, ya no parece sólo un despropósito, sino que también una falta absoluta de conexión con la actualidad.

 

 

 

 

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