El camino del emprendedor no es fácil. Nada de fácil. Se requiere además de una buena idea (o producto) mucha tenacidad, perseverancia, motivación y por supuesto también, un poco de suerte o buena fortuna.
Lamentablemente, la gran mayoría de los emprendedores está convencido que lo único realmente importante es lo señalado en las dos líneas que anteceden este párrafo. Es decir, una buena idea y luego, puro trabajo y perseverancia.
De ahí, por lo mismo, el recurrente consumo de frases o citas de autoayuda, que les reafirmen lo anterior y los alienten a seguir adelante. ¿Con qué? Básicamente, puro esfuerzo y voluntarismo.
La anterior concepción del quehacer referido al emprendimiento, no tan sólo es falaz, sino que profundamente errónea, tanto conceptual como prácticamente, y desafortunadamente, se ha transformado en un lugar común, muchas veces, responsable de la alta tasa de fracasos (cercana al 90%) de los emprendimientos, sólo en el primer año de sus actividades.
En primer lugar, la creencia que «la idea» es lo más importante, es absurda. Ya lo he señalado muchas veces antes, las ideas son un commodity. Todo el mundo puede tener ideas, buenas y malas. El tema no es la idea, sino la capacidad de poder transformarlas en un buen negocio.
Eso nos lleva al segundo punto. La percepción generalizada que lo más importante para realizar esa transformación (de la idea al negocio) sería el esfuerzo, sacrificio y pasión puestos en el proceso.
Ojalá fuera eso.
La verdad es que, en toda mi experiencia acumulada analizando el fracaso de decenas de emprendimientos, de las más diversas índoles, rara vez pude observar falta de compromiso, motivación y/o esfuerzo por parte de sus gestores.
No se puede negar que esos componentes son relevantes si alguien va a iniciar el duro camino de emprender, pero están lejos de ser los más importantes y mucho menos, los únicos necesarios.
Habitualmente, ese esfuerzo y pasión puestos en el ejercicio del emprendimiento propio, se traducen, finalmente, en un voluntarismo casi irracional que impide poder tomar distancia del proyecto y analizarlo fría y críticamente. Este voluntarismo, reforzado por todas esas frases de autoayuda y supuestas citas de gurús que abundan en internet, son en gran medida responsables de la persistencia de muchísimos emprendedores en la ejecución de proyectos que no tienen ningún destino.
Para ponerlo en claro, nuestra experiencia como consultores y docentes de emprendimiento, además de la evidencia empírica recogida tanto en informes nacionales como extranjeros es contundente en señalar que la primera causa del fracaso de un emprendimiento es la falta de mercado para el producto y/o servicio. Es decir, ideas para las cuales, objetivamente, no existen suficientes clientes.
En ese contexto, aunque suene crudo, hay que señalar que 50% de los emprendimientos que fracasan son proyectos que NUNCA debieron haber salido al mercado. Otro 30% son proyectos que no pudieron validar ni consolidar un modelo de negocio claro y sostenible en el tiempo. Y sólo el 20% de los fracasos corresponde a los motivos regularmente sostenidos por los propios emprendedores, como la falta de capital, una mala estrategia de comunicaciones o la imposibilidad de desarrollar los canales de distribución y/o venta.
El tema es que sobre los dos primeros factores, aquellos que explican el fracaso del 90% de los emprendimientos, la pasión, el esfuerzo y la motivación tienen poco y nada que decir.
Ahí lo que se necesita es primero: Capacidad de análisis crítico de la propia idea o proyecto, desarrollo de apropiadas estrategias de needfinding o búsqueda real de problemas que valga la pena resolver, desarrollo y validación de prototipos, etc.
Luego se requiere el diseño de un modelo de negocios que, además de claro, sea flexible y considere supuestos que hayan alcanzado algún grado de validación en los mercados meta.
Para todo lo anterior, es mandatorio que los emprendedores no se queden absortos y enamorados de su propia idea y tengan la capacidad de estudiar, aprender y utilizar las herramientas, técnicas y metodologías correspondientes, o en su defecto, asesorarse por quienes las dominen.
Si bien lo anterior (ni nada) les va a garantizar el éxito y eventual crecimiento de sus proyectos, ciertamente, un buen trabajo de estudio, comprensión y aplicación sobre dichas materias, va a tender a disminuir significativamente sus probabilidades de falla.
Por lo mismo, a la hora de emprender, menos Jurgen Klaric y citas truchas atribuidas a Steve Jobs, Elon Musk o Jeff Bezos y más Eric Ries, Franc Ponti, Steve Blank, Alexander Osterwalder e Yves Pigneur.
Alejandro Godoy es Gerente General de KHREA