Tres claves para Emprender después de los 40

por | 28 febrero, 2020

emprendedor

La gran mayoría de la iconografía asociada a los fenómenos del emprendimiento y la innovación se construye habitualmente mediante imágenes de una una generación de jóvenes que, de la mano de las nuevas tecnologías, toma el desafío de desarrollar  productos y servicios innovadores y, a partir de ellos, iniciar nuevos negocios que satisfagan necesidades en distintos segmentos de mercado.

De esa forma, en nuestro país, los rostros del emprendimiento son en general, personas jóvenes como los fundadores de Greenglass, Al Gramo, Cornershop, NOT Co., etcétera.

A nivel internacional, la tendencia es la misma y los principales referentes para nuestros emprendedores locales son, entre otros, Marck Zuckerberg, Ellon Musk, Larry Page y Serguéi Brin. Todos ellos destacados por iniciar sus negocios y alcanzar el éxito antes de los 30 años.

Hay varios elementos que explican dicha percepción. Entre ellos, el hecho efectivo que el actual surgimiento y valoración de una cultura innovadora y emprendedora se asocia directamente con el desarrollo de una generación conocida como Millennial (aquellos nacidos entre 1980 y 1998), quienes entre los patrones de comportamiento que les caracteriza se encuentra la alta valoración por su independencia laboral, por trabajar con un sentido de propósito, por la búsqueda de desempeños creativos, todos ellos, elementos asociados habitualmente al ejercicio de un emprendimiento.

Por otra parte, las ideas de que para emprender hay que «atreverse», «correr riesgos» o «dar el salto» son ciertamente más abordables por profesionales jóvenes que, muchos de ellos, toman la opción desde la comodidad y seguridad del hogar paterno, lo cual, como es obvio se dificulta significativamente cuando pasados los 40, tienes en lo habitual,  responsabilidades y compromisos financieros y familiares que limitan significativamente la posibilidad de «dar ese salto» al mundo emprendedor.

Sin perjuicio de lo anterior, es obvio que no solo quienes transitan los veintitantos son los únicos que se deciden a iniciar nuevos negocios. Existe un segmento relevante de personas que, probablemente, por razones bastante diferentes a sus colegas de veinte, toma la opción de emprender y se arriesga a hacerlo.

Un primer elemento que debemos abordar para comprender este fenómeno es justamente el análisis de las distintas motivaciones que puede encontrar un profesional con  20 años o más de experiencia laboral (habitualmente como empleado) para iniciar una actividad emprendedora.

Es un hecho innegable que la gran mayoría de quienes se deciden a emprender después los 40 años, lo hace a partir de una situación de desempleo. Otros ciertamente, lo hacen porque después de una vida entera dedicados a una actividad que quizás ya no les reporta las mismas satisfacciones de un inicio, están dispuestos a tomar el riesgo que supone dejar la comodidad de un ingreso regular obtenido como empleado dependiente para iniciar un negocio propio.

Pero estadísticamente, la segunda es una opción minoritaria. Cuando un profesional con amplia experiencia laboral pierde su trabajo y desiste de la opción de seguir buscando uno, muchas veces se plantea ante la posibilidad de iniciar su propio negocio y de dar lugar también a la realización de ciertos anhelos e intereses particulares que tenderán a condicionar el inicio de su quehacer emprendedor.

En este punto, podemos reconocer tres elementos claves para aportar a estos emprendedores.

  1. El objetivo para dar inicio a un nuevo negocio no puede ser solo el cumplimiento de un sueño ampliamente postergado. Todo emprendimiento debe surgir desde el descubrimiento de una necesidad insatisfecha, un problema no resuelto o un dolor no aliviado en algún segmento de mercado relevante que resulte comercialmente eficiente y económicamente rentable satisfacer, solucionar o aliviar. Por lo mismo, los únicos sueños que deben guiar el proceso de diseño de un nuevo negocio o emprendimiento no son los del propio emprendedor, sino los de sus potenciales clientes. Esto supone el desarrollo de una enorme capacidad de flexibilización y de liberación de prejuicios y sesgos (que debemos reconocer, resulta más difícil conforme aumenta nuestra edad) para plantearnos ante nuestros proyectos de negocios desde una mirada racional y objetiva que permita su análisis crítico y nos facilite la implementación de una serie de modificaciones en la propuesta inicial, que deberán surgir en los distintos procesos de iteración y validación en el mercado a las cuales ésta deberá someterse.
  2. Al emprender después de los 40 debemos aceptar que nuestra experiencia  laboral no será equivalente a la que tuvimos como empleados dependientes. Muchos de quienes se deciden a emprender después de los 40 (especialmente aquellos que en situación de desempleo son condicionados a tal opción) enfrentan la parte inicial del proceso intentando que esta experiencia se asemeje lo más posible a aquella que tenían como ejecutivos o profesionales en alguna empresa (en particular aquellos que dejaron cargos gerenciales). De esta forma, el emprendedor, antes incluso de haber diseñado, iterado y validado tanto el problema que se plantea resolver, como sus propuestas de solución (productos o servicios), muchas veces, lo primero que hace es arrendar una oficina, en ocasiones también, comprar una camioneta y en otras, contratar un asistente o secretaria(o). Así, desde el primer día de su proceso emprendedor acude a su nueva oficina en una actitud que le entrega la tranquilidad de sentir que «esta trabajando de nuevo» y además, de ser ahora «su propio jefe». Lamentablemente, ese es un camino que además de habitual, resulta bastante errado. En primer lugar, porque supone iniciar una carga de gastos fijos que resultan innecesarios para el diseño y desarrollo de un nuevo proyecto comercial, cuando hoy en día entre los cowork pagados y los gratuitos, se encuentra solución a todos de esos requerimiento de forma mucho más económica y eficiente. Pero lo principal no es eso, sino que dicha disposición va a condicionar que el emprendedor todos los días acuda a su nueva oficina a «encerrarse» y mirar atentamente una serie de planillas de Excel donde asume está «planificando su negocio». Nada más alejando de la realidad. La principal habilidad que un emprendedor debe desarrollar (especialmente aquellos que por años estuvieron abocados a funciones específicas en su condición de empleados) es la capacidad de observar, analizar, comprender y empatizar con el entorno. Los proyectos de negocios rara vez van a surgir de mirar un computador, sino que su germen lo encontraremos saliendo a la calle, visitando otros negocios, conversando con personas distintas a nuestro entorno, recorriendo otros barrios, etcétera. Un emprendedor debe ser fundamentalmente curioso y observador. Ese es el germen de todo proceso creativo, el que a su vez, debe ser punto de partida para dar inicio al proceso de desarrollo de soluciones a los problemas inicialmente descubiertos.
  3. Por último, uno de los elementos determinantes para el éxito de quienes emprenden después los 40 años corresponde a la necesidad de definir y acotar los ámbitos y entornos de negocio en los cuales podrá encontrar mayores probabilidades para el éxito de su iniciativa. Esto, que si bien puede parecer algo obvio, no lo es tanto cuando se considera las circunstancias en las que se encuentra un profesional que lleva desempleado algún tiempo y está ansioso por retomar ciertas rutinas asociadas a un desempeño laboral y además, con algunas lucas en la cuenta corriente (muchas veces, producto de su indemnización). En ese contexto, lo que tiende a ocurrir es que «cualquier micro te sirve» a la hora de emprender. Ya que algo que también resulta innegable es que cuando alguien tiene algo de dinero disponible y las ganas o necesidad de emprender, lo que le van a llover son amigos o familiares con ideas de negocio ofreciendo participar de ellas. En las más diversas áreas y todas ellas, por supuesto, con promesas de alta rentabilidad y éxito. En ese momento entonces, ante la ansiedad de sentirnos prontamente «trabajando», nuestra claridad para analizar todas esas opciones decrece y nos puede llevar a tomar malas decisiones, como comenzar a participar de negocios que, de verdad, no corresponden a aquellos donde podríamos encontrar mayores probabilidades de éxito. Para esto les sugiero como punto de partida, antes incluso de salir a descubrir oportunidades de mercado, intentar descubrirse a casi mismos, al menos en estas cinco dimensiones: Habilidades – Conocimientos – Experiencia – Intereses – Redes de apoyo. Y acotar nuestras alternativas de búsqueda de oportunidades de emprendimiento a aquellas donde la combinación de esos cinco elementos nos resulte, objetivamente, más favorable.

 

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