Hay algo de extraño y confuso en el concepto «Emprender» que lo ha transformado en un «must-be» en el último tiempo.
«Chile vive una Fiebre del Emprendimiento» fue el titular de varios diarios nacionales hace unos meses. No importando que la supuesta «Fiebre del Emprendimiento» estuviera más bien asociada a la obtención de RUTs comerciales e iniciación de actividades, que a la medición de la efectiva sustentabilidad y escalamiento en el tiempo, de los nuevos proyectos. El relato es uno solo. Hoy todo el mundo quiere emprender.
Consistente con lo anterior, la ASECh, que es la principal organización que agrupa emprendedores en nuestro país, ya cuenta con más de 65 mil miembros y cada mes se afilian más de 300. Todos ellos, autodenominados «emprendedores».
Pero, ¿eso es tan así?
¿El concepto de «Emprender» puede y debe acoger todas y cada una de las actividades, proyectos e iniciativas comerciales y de empleo por cuenta propia, bajo su alero?
Es decir, en la práctica: ¿Todo aquel que ejerza cualquier actividad ajena a un lazo de subordinación formal con algún empleador es y puede considerarse a sí mismo, como un emprendedor?
Debo aclarar de antemano que, en realidad, no debiera existir ningún problema en que cualquier persona que ejerza una actividad independiente, como vender Súper 8 en las micros (con todo el respeto y dignidad que dicho oficio merece) se defina a sí mismo como un emprendedor. Como tampoco existe nada de malo en que Ricardo Arjona (quien escribe en versos) se autodenomine un «poeta».
Ya Stefan Kramer en su primera vez en Viña causaba carcajadas imitando al Presidente Piñera refiriéndose a su hermano Miguel (El Negro) como «un emprendedor».
El tema no es entonces, que tal o cual persona que ejecuta una actividad comercial o de prestación de servicios de forma independiente (como cuidar autos en la calle, por ejemplo) se pueda autodenominar emprendedor. El tema es si eso que realiza es, efectivamente, un emprendimiento y si las estadísticas lo pueden considerar como tal o, lo más importante, si nuestro país puede definir o aspirar a modificar su matriz productiva sobre la base de dichos emprendimientos.
Un tema que parece relevante, hoy en día, es la falta de categorización (o de una escala de niveles) para los distintos alcances y proyecciones de los emprendimientos. Porque, claro, de la misma forma como parece que el concepto no se está aplicando correctamente para abajo (abarcando hasta las actividades más precarias y de auto-sustento), tampoco tiene límites para arriba. Hace unas pocas semanas Andrónico Luksic (quizás, el empresario más poderoso de nuestro país) hizo noticia cuando se afilió también a la ASECh, así, como un emprendedor más.
Por lo tanto, si el concepto abarca desde lavar autos en los estacionamientos de los supermercados (nuevamente, con todo el respeto y dignidad que dicho oficio merece) hasta ser dueño del Banco de Chile, no es extraño que su uso lleve a confusión.
En ese sentido entonces, mirándolo positivamente, el concepto de «emprendedor» estaría resultando tremendamente democrático e integrador, emparejando a la Señora Juanita, que vende sopaipillas a la salida de una escuela en Lampa, con Andrónico. Pasando por todos los impresores y sublimadores de poleras y tazas de café, que inundan los grupos de emprendimiento en las redes sociales.
Pero la pregunta sigue sin responder: ¿Son lo mismo?
Como el concepto tiene también mucho, pero mucho de aspiracional (wannabe) se dificulta luego, la auto-categorización. Todos queremos ser emprendedores y ser reconocidos como tales. Porque ya está dicho, eso me iguala no tan sólo con Andrónico, sino también con Jeff Bezos o Ellon Musk. De ahí también, el insufrible consumo de citas de auto-ayuda o motivacionales que usan la imagen de estos grandes y exitosos empresarios para impulsar al señor de los cuchuflís a «perseguir su sueño».
Yo creo que con el tiempo, el concepto debiera comenzar a asentarse y a partir de ahí, se vayan estableciendo categorías más claras para los distintos (y obvios) niveles de quehaceres y actividades que existen hoy, agrupadas detrás del verbo emprender.
Porque, a pesar que nos duela y de que cuando niños muchos pudimos haber soñado con ser futbolistas, el tener los mismos zapatos y jugar los domingos un partido con los ex-compañeros de colegio usando la camiseta del Manchester United, sabemos, en el fondo de nuestro corazón, que no nos hace igual a Alexis Sánchez.