Las 22 Leyes Inmutables del Emprendimiento (4)

por | 3 julio, 2020

¡Infrínjalas a su propio riesgo!

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Final

XVII. La Ley del Relato

Construye un relato que sea atractivo para los medios y evangelice a tus consumidores.

Todo emprendimiento exitoso tiene detrás una historia atractiva que contar. Si tú aún no la tienes, desarróllala. No tan solo es una forma de aspirar a obtener un espacio gratuito en los medios de comunicación (en la medida que éstos puedan llegar a interesarse en esa historia), sino que también será uno de los pilares sobre los cuales se sostendrá el crecimiento de la empresa, entregándole a ésta un sentido de Misión, forjando su cultura organizacional, contribuyendo a la diferenciación y posicionamiento de su marca, etcétera.

Un relato no solo es la historia de cómo la empresa se creó o fundó, sino que es también una razón más para que tus potenciales clientes puedan llegar, primero a distinguirte y luego, a preferirte de manera consistente en el tiempo.

La gran mayoría de los productos y servicios ofrecen, por lo general, soluciones bastante estandarizadas. En ellas, los atributos físicos y funcionales tienden a ir homologándose entre todas las alternativas disponibles, especialmente, cuando las tecnologías que pudieron haber establecido una diferencia inicial van masificándose en sus usos y aplicaciones. En consecuencia, un emprendimiento no puede descansar por siempre en lo bueno o eficiente que es su producto, ni siquiera en lo novedoso.

Ya lo señalábamos en la Ley del Propósito, según Simon Sinek, cada vez menos gente compra lo que haces y cada vez más, los consumidores compran el  por qué lo haces.

Lo anterior lo podemos entender también de esta forma: Hoy las personas no compran productos, compran las historias que están detrás de ellos.

XVIII. La Ley de la Calle

La mejor estrategia comercial es salir a la calle a vender.

El desarrollo de un emprendimiento está lleno de formulaciones teóricas, investigación, validaciones, diseño de modelos, estrategias y planes que regularmente debemos ir validando en el mercado mediante la interacción y aprendizaje con nuestro segmento meta.

Ahora bien, la única forma de saber si todo lo anterior ha dado como resultado un negocio potencialmente exitoso es salir nuevamente a la calle.  Esta vez, ya armados con nuestra solución, a contactarnos con nuestros potenciales clientes y vender (o, al menos, intentarlo).

Salir a vender es la acción fundamental del proceso emprendedor. Por lo tanto, concéntrate no solo en captar a tus primeros clientes, sino en el gran desafío que supone pasar de esos primeros adoptantes de tu solución a una base de clientes lo suficientemente amplia para sostener sobre ella, tu estrategia de crecimiento.

Para lo anterior, tus primeros clientes serán tus principales aliados, tus mayores y más importantes promotores y evangelizadores e incluso, tu primera gran fuerza de ventas.

XIX. La Ley de la Digitalización

No importa si tu negocio es o no digital. Tus clientes sí lo son.

Hoy, ninguna empresa puede estar ajena a su dimensión digital, simplemente porque la gran mayoría de sus clientes ya participa activamente de este mundo en variadas dimensiones.

Si bien es cierto que el total de las empresas no tiene el mismo grado de maduración digital, todas se relacionan digitalmente (al menos en parte) con algunos de sus clientes o segmentos de clientes en formas que irán adquiriendo cada vez más relevancia en su quehacer.

Por lo mismo, las empresas que más en sintonía estén con sus clientes y sean capaces de interactuar con ellos en un entorno digital, son las que desarrollarán mayores capacidades de diferenciación y ventajas competitivas ante su entorno.

De igual manera, aquellas que no lo hagan, irán quedando atrás dentro de los naturales procesos evolutivos de sus mercados, hasta eventualmente, dejar de existir.

Hoy, todo emprendimiento debe establecer de qué manera puede impulsar el factor digital tanto en sus procesos productivos como en los de comercialización y de relacionamiento con clientes. Esto, con la finalidad de alcanzar ventajas competitivas que puedan resultar, además de diferenciadoras, sostenibles en el tiempo.

XX. La Ley del Ecosistema

Emprender es un quehacer colaborativo. Esto supone desde un inicio, construir y articular tus redes de apoyo.

Cuando hablamos de emprendimiento, debemos partir de la base de que nadie puede hacerlo solo. Dar el salto para iniciar y desarrollar el proceso de transformar una idea en un buen negocio es un trabajo colectivo que requiere de emprendedores motivados y comprometidos, con disposición e interés por relacionarse con distintas personas e instituciones que podrían aportarles recursos (no solo monetarios) para hacer crecer su negocio.

El conjunto de esas instituciones o stakeholders y las relaciones que se crean entre ellos forman lo que se denomina el “ecosistema emprendedor”.

Chile ha sido reconocido reiteradas veces como el que posee el mejor ecosistema emprendedor de la región.

Lo anterior es el resultado de la conjunción de una serie de variables como: sus indicadores macroeconómicos, la fortaleza y estabilidad de sus instituciones, su cultura empresarial y, principalmente, el desarrollo e implementación desde hace más de una década de diversas políticas públicas que incentivan y facilitan el quehacer emprendedor e innovador nacional, las que en su interacción con una serie de otros organismos públicos y privados, además de la participación de variadas universidades y otros centros de conocimiento han  ayudado a construir un ecosistema de los más avanzados de América Latina.

Tómate el tiempo de conocer y estudiar los diversos agentes del ecosistema (incubadoras, aceleradoras, coworks, redes de emprendedores, asociaciones gremiales, organismos públicos que entregan apoyo y capacitación y que además, articulan fondos concursables, etcétera). Saca todo el provecho de lo que está disponible y utilízalo a tu favor.

XXI. La Ley del Éxito

El éxito de un emprendimiento se mide en cifras, el de un emprendedor, no.

Un emprendimiento tendrá éxito cuando logre transitar favorablemente el proceso de transformar una idea en un buen negocio y por lo mismo, haya logrado validar y consolidar su modelo de negocio, iniciando entonces el proceso que lo conducirá de emprendimiento a empresa, ya sea ésta, pequeña, mediana o grande. Todo lo anterior quedará reflejado en sus indicadores contables, balances, estados de resultados, flujos de caja, etcétera y lo más importante, en sus capacidades para el retorno del capital y la distribución de utilidades entre sus inversionistas o socios.

Un emprendedor, por otra parte, deberá considerarse exitoso, no solo si ha podido participar de un proyecto que logre todo lo anterior, sino también cuando, independientemente del resultado de sus iniciativas, haya establecido las dinámicas de aprendizaje y adquirido el conjunto de experiencias que le permitan desarrollar nuevos proyectos con mayores ventajas competitivas y por lo mismo, con probabilidades de éxito más altas.

Por lo mismo, emprender (para el emprendedor) debería ser, no tan solo, el desarrollo de un proyecto que aspira a solucionar un problema de forma eficiente y rentable, conquistando de esa manera un segmento de mercado; sino que también es la oportunidad de desarrollar en sí mismo nuevas habilidades y capacidades que le faciliten su desarrollo profesional y empresarial hacia el futuro: el ejercicio del trabajo en equipo y colaborativo, las habilidades de planificación y comunicación, el desarrollo de su tolerancia a la frustración, el incremento de sus capacidades creativas, de perseverancia, de pensar fuera de la caja, de ejercer la empatía no solo hacia sus clientes sino también hacia sus colaboradores y entorno, etcétera.

XXII. La Ley del Fracaso

Lo que falla es el emprendimiento, no el emprendedor.

El emprendimiento es motivación, tenacidad, muchas veces navegar contra la corriente, poner todo de sí, etcétera. Es correcto, pero tampoco se trata de darse cabezazos contra la pared e insistir irracionalmente en un proyecto que, todo puede estar indicándolo, no tiene probabilidades de éxito. O quizás sí las tiene, pero son muy bajas y demandan una continuidad en la colocación de una serie de recursos con los cuales quizás no cuentes.

No, lo hemos señalado varias veces. Emprender es un proceso de aprendizaje continuo y como tal es profundamente racional. Por lo mismo, en cada una de sus etapas será necesario que vayas desarrollando métricas para el control y evaluación de su desempeño y resultados, en plazos cortos y medianos.

Por lo mismo, pon tu mayor esfuerzo en el desarrollo e implementación de tu emprendimiento; pero con esa misma capacidad y disposición, mantente alerta a las señales de su comportamiento en el mercado y, en particular, a los resultados que te arrojen las métricas que previamente has establecido para la medición de su desempeño.

Además, fija metas regulares y periódicas que te permitan conocer las desviaciones respecto a lo planificado y diseñar e implementar los cambios que, a partir de lo anterior, fueran necesarios.

Ahora bien, si una vez que has realizado todas las correcciones que están a tu alcance tus métricas indican que tu emprendimiento no está logrando los niveles mínimos de ingresos o de cobertura de mercado necesarios para permitir su continuidad y viabilidad; en definitiva, si llegas a la conclusión de que las cosas ya no van a mejorar, simplemente, a otra cosa mariposa.

Recoge todo lo que aprendiste de esta experiencia, el dinero y los otros recursos que te vayan quedando y… ¡a intentarlo de nuevo!

¡Mucha suerte! Que también la vas a necesitar…¡y harto!

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