Emprender: Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro.
Empresario: Titular propietario o directivo de una industria, negocio o empresa.
No es ninguna novedad para nadie, que el nuestro, es un mundo de imágenes. Y es a partir de la potencia de esas imágenes donde se puede llegar a construir realidades, o al menos como en este caso, re-significar palabras, que en su origen, son tan similares.
Porque, veamos. ¿Qué significa hoy (en nuestro país) ser un empresario?
Puede que no nos guste la respuesta, pero no podemos desconocer que para una gran mayoría, ser empresario es sinónimo de una ambición desmedida, malas prácticas, abusos y por qué no decirlo también, de corrupción.
En cambio, el ser emprendedor parece ser algo muy diferente. De partida, joven, creativo, innovador, entusiasta, arriesgado, incluso hasta, con conciencia social.
La imagen (o caricatura) del empresario es para muchos la de un señor de mediana edad, con suspensores, fumando un puro echado para atrás en un sillón de cuero, frente a una ventana, desde donde ve desde lejos, la realidad. La de un emprendedor, por otra parte, es la de alguien que entre los sorbos de su Caramel Macchiato en un Starbucks, frente a su computador (Apple, por supuesto) desarrolla ideas que cambiarán el mundo, darán trabajo y distribuirán la riqueza.
Obviamente, cuando estamos frente a caricaturas de lado y lado, ninguno de esos relatos es del todo cierto.
No todos los empresarios son viejos pérfidos y corruptos, ni todos los emprendedores son justicieros sociales, que con las armas de la innovación, cambiarán la sociedad para mejor.
De partida. El objetivo de ambos es el mismo: Satisfacer una demanda, conquistar un mercado y en el proceso, ganar plata. Legítimo, por supuesto.
¿Cuál es la diferencia entonces?
Un dato relevante es que la palabra emprendedor se incorporó a nuestro lenguaje cotidiano (más allá de su obvia existencia previa) desde su uso en inglés. En dicho idioma, el vocablo es entrepreneur. Éste se esparció de la mano de los desarrollos punto-com a fines del siglo pasado. En esos tiempos, todos quienes generaban ideas, productos o servicios vía internet, eran emprendedores. Desde ahí, el hálito casi mágico y juvenil asociado al concepto.
Interesante, luego que en la misma lengua, la palabra empresario, como tal, no existe. Lo más parecido es businessman, ósea, hombre de negocios.
Además, seamos claros, veinte años atrás, a todo aquello que hoy llamamos «emprendimiento» se le llamaba Microempresa y punto. Si crecía, luego era empresa mediana y si le iba mejor en el tiempo, se graduaba de Empresa. Listo.
Por lo tanto, un emprendimiento podría ser definido simplemente como una empresa en etapa inicial y de tamaño pequeño, en el proceso lógico de aspirar a crecer y consolidarse.
Son dos variables entonces, tamaño y etapa dentro del ciclo de vida.
Por otra parte, en los últimos años he conocido varios profesionales trabajando como empleados en todo tipo de organizaciones, que me han dicho: «Yo antes tuve un emprendimiento». Si ahora están trabajando de empleados, debemos suponer que un emprendimiento fracasado, pero emprendimiento al fin.
En ese sentido, ser emprendedor sería entonces, no una categoría de tamaño empresarial, sino una alternativa de desempeño profesional.
Por lo mismo, en una dimensión bastante casual, un emprendimiento sería así, una opción laboral, facilitada hoy en día por el dato concreto que un gran volumen de los profesionales universitarios están abandonando el hogar paterno a los 29 años, mientras que egresan de sus carreras, en promedio, a los 25. Así, estadísticamente cuentan con 4 años de comodidades y seguridad hogareña para «emprender».
De esa forma, la dimensión que nos resulta realmente trascendente no es la del emprendimiento «ocasional» sino aquella del emprendimiento jugado con el futuro de su quehacer, aquella que genera aprendizajes en su ejercicio. Aprendizajes de cuyas iteraciones, prototipeos y validaciones irán surgiendo nuevas soluciones que tenderán a prevalecer en el tiempo. Y es en esta dimensión, cuando muchos de los inicialmente emprendedores, deberían seguir orgullosamente sus carreras, como empresarios.