Actitud v/s Talento

por | 20 julio, 2018

Es un lugar común, además de una expresión de evidente corrección política (tan propia de las redes sociales) el señalar que en los contextos organizacionales debemos privilegiar la actitud por sobre el talento. Entre los subordinados, por cierto.

Lo anterior puede deberse, además de la corrección política antes señalada, al hecho evidente que dicho razonamiento apunta al sentir general, al ethos de la masa, donde la exhibición de talentos sobresalientes es, naturalmente, extraordinaria.

De esa forma, resulta obvio que un gran talento es privilegio de pocos, mientras que la actitud puede ser desarrollada por muchos.

Durante el reciente Mundial de Fútbol, circularon varios comentarios referidos a una relación entre la temprana eliminación de Argentina y la eventual «falta de actitud» de su líder natural, Lionel Messi. Así, las expresiones de los comentaristas-hinchas especializados del país trasandino (en general, de una profundidad intelectual más bien rasante), en torno a lo que sería, según ellos, el problema de Messi/Selección fue trasladado rápida y audazmente por muchos en estos lados, al contexto organizacional.

La tesis de estos audaces bien intencionados y políticamente correctos es que Messi contando con todo el talento del mundo, por no tener «actitud» es que nunca ha podido lograr un título para su país. Desde ahí, una sola conclusión sería posible: «La actitud es más importante que el talento».

Lamentablemente, quienes aventuraron dicha tesis, al parecer olvidaron que Lionel Messi, ha obtenido cinco veces el premio al Mejor Jugador del mundo, una vez el de Mejor Jugador de un Mundial, ocho Ligas y siete Supercopas de España, cinco Copas del Rey, cuatro Champions League, tres Supercopas de Europa y tres Mundiales de Clubes.

¿Basado en qué? ¡Justamente en su talento!

El hecho que para los argentinos sea más importante que Messi gane un Mudial con su selección, que todos los títulos que ha obtenido, es un problema de los argentinos y no de Messi.

Ahí parece estar la base del por qué se hace una relación tan rápida con el contexto organizacional. Mientras el talento parece ser funcional a los objetivos propios, la actitud, se asume, lo sería hacia el cumplimiento de un deseo u objetivo colectivo.

Ahora bien, es claro que en una cultura organizacional tradicional – jerárquica (la que, desafortunadamente, en nuestro país sigue siendo mayoritaria) la actitud va a tender a privilegiarse, luego que con ella se obtiene una alineación con el objetivo único que la Dirección determina. Mientras que lidiar con el talento supone abrirse a una serie de otras oportunidades que implican incertidumbre y riesgos, donde, lamentablemente para muchos, están los verdaderos caminos hacia la innovación y el crecimiento.

Ya lo dijo Steve Jobs (tantas veces mal citado en frases motivacionales): «No tiene ningún sentido contratar gente inteligente para decirles lo que tienen que hacer. Contrata gente inteligente para que ellos te digan qué tienes que hacer».

Alejandro Godoy es Senior Partner en KHREA www.khrea.com

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